Antonio Morales*
Hace un par de viernes, y a
primera hora de la mañana, me subí a un avión para regresar a Gran Canaria desde
Tenerife. Como siempre, una amable auxiliar de vuelo me entregó un periódico
para hacer más liviano el viaje. Era el Diario de Avisos. Le eché un vistazo
a la portada y me tropecé con la frase con la que, habitualmente, algunos
medios abren su cabecera. A partir de ahí se me pasó la aprensión al despegue.
Se me trocó por una enorme desazón. El decano de la prensa de Canarias
transcribía un pensamiento que decía que “gobernar es el arte de crear
problemas con cuya solución se mantiene a la población en vilo”. El matutino
recurría, está de moda, a una frase que cuestiona la política. Al fin y al cabo
se ha convertido en un lugar común e irresponsable: todos son iguales, da lo
mismo derechas que izquierdas… Nos estamos acostumbrando a una letanía
peligrosa que algunos asumen de manera insensata e irreflexiva y otros utilizan
con un objetivo perfectamente calculado: vaciar el Estado denigrando a la política,
a la representación pública y a la democracia.
Pero el diario tinerfeño no
reproducía por reproducir una frase más. Tampoco sé si el encargado de poner la
frasecita de marras lo había hecho intencionadamente o no, o si simplemente se
había apuntado a trasladarnos una boutade pretendidamente graciosa. Pero lo
cierto es que el texto elegido venía firmado por Ezra Loomis Pound.
Efectivamente, el medio de comunicación chicharrero había utilizado un
pensamiento del poeta, ensayista y músico norteamericano que abrazó, en el
siglo pasado, el fascismo y el antisemitismo más visceral. El periódico no había
acudido a la poesía o los ensayos de Pound, sino a una reflexión totalitaria del
hombre político que llegó a declarar que “Mussolini y Hitler han hecho más
cosas por la paz que todas las democracias liberales”. Y se quedaron tan
panchos. Aquí no ha pasado nada y a trabajar en el periódico del siguiente día.
El cuestionamiento de la política
y de los políticos se hace cada vez más palpable en la ciudadanía en general.
El descontento y el rechazo es cada vez mayor. Sin duda, no se pueden obviar
los enormes errores cometidos por los partidos políticos, que han hecho dejación
de la defensa del interés general para poner al Gobierno y a la administración
en manos de una plutocracia. Que han convertido la democracia en una
partitocracia totalitaria. Pero detrás de todo ello emerge el objetivo último
de reducir lo público a la mínima expresión, tal y como defiende el
neoliberalismo, que no concibe la libertad si no es desde la minimización del
Estado.
Centros de pensamiento
neoliberales, digitales a mansalva, organizaciones empresariales diversas y
muchos medios de comunicación convencionales han abrazado esta estrategia y están
en ello sin ningún pudor. Y están consiguiendo, poco a poco, orientar el sentir
colectivo. Es el caso del diario El Mundo, de Pedro J. Ramírez. No tuvo escrúpulos
para liderar la creación del “sindicato del crimen” en la etapa presidencial de
Felipe González y no lo tiene ahora para insistir una y otra vez en campañas
profundamente neoliberales. Una semana sí y otra también no duda en acudir a
titulares interesados e informaciones tendenciosas para cuestionar lo público.
Una y otra vez editorializa demandando más y más reformas laborales y
reducciones en el gasto público. Una y otra vez insiste en que es la Política
S.A la única empresa que genera empleo en la crisis; que “los partidos políticos
tienen colocados a 145.000 españoles” (hasta hace muy poco decían que eran
445.000) e incluye aquí a alcaldes, concejales, asesores… Y dice que los que
cobran de la política superan a los empleados de los seis bancos del Ibex…
Pablo Sebastián, director de República.com, lo expresaba perfectamente hace
muy poco: “Pedro J. Ramírez se pasa a la extrema derecha” y lo situaba como
jefe de la ultra derecha mediática. Incluso el prestigioso periódico
norteamericano The Christian Science Monitor se ha preguntado si Ramírez está
al frente de una “insurrección al estilo del Tea Party” en España.
Y estos mensajes van calando.
Claro que van calando. Por eso las encuestas insisten en señalar a la política
como una de las principales preocupaciones de los españoles. Los ciudadanos se
alejan de las urnas, hacen mutis por el foro, desisten de ejercer su papel de
ciudadanía activa, rechazan a la política y a los políticos en general… Y eso
envalentona a los ultraliberales de este país. Y abrazan posiciones extremas,
antidemocráticas y xenófobas. Y les da alas para continuar con su ataque a los
derechos sociales, laborales, civiles… Y por eso, María Dolores de Cospedal se
propone tramitar, con el visto bueno del Congreso de los Diputados, una reforma
electoral que reduce el número de escaños de las Cortes castellano-manchegas
alegando una austeridad y reducción del gasto público que beneficia al grupo
mayoritario y cierra el paso a los partidos más pequeños; por eso el Gobierno
refuerza las vallas de Melilla con cuchillas asesinas que Rajoy “no sabe si pueden
afectar a las personas”, pero que trasladan un mensaje xenófobo de dureza y
rechazo a los que buscan desesperadamente huir de la pobreza, la persecución
política o los conflictos bélicos; por eso aprueba el Parlamento, solo con los
votos de la mayoría absoluta popular, una nueva Ley educativa profundamente
reaccionaria; por eso pone el PP en marcha una ley mordaza y de restricciones
de derechos civiles que pretende controlar los movimientos sociales, aduciendo
la “seguridad y la libertad”, porque como dice Zygmunt Bauman, todo indica que
estamos dispuestos a entregar parte de la libertad que tanto costó a cambio de
mayor seguridad… Luis García Montero escribía hace unos días un artículo durísimo
en Público. Lo titulaba “Buenos días, fascismo”: “los españoles volvemos a
vivir una realidad cotidiana fascista. Podemos discutir si se trata de
prefascista, posfascista, parafascista o cuasifascista, pero la evidencia es
que nos hemos instalado en el cartón piedra de la mentira y en una plaza de
armas que solo pertenece a la autoridad. Entre nuestros derechos no está la
calle”. Qué diferencia con lo expresado hace unos días por Dilma Rousseff en El
País: “Ser capaz de convivir con manifestaciones es intrínseco a la democracia.
Un Gobierno debe escuchar la voz de la calle. Las manifestaciones pacíficas
rejuvenecen a un país”. Y vendrá detrás una Ley de Huelga, la modificación del
Código Penal…
Y esta ola neocon no se da solo
en España. En Europa las fuerzas políticas de extrema derecha y populistas están
ganando presencia. De hecho gobiernan o cogobiernan ya en muchos países. Su
electorado proviene en muchos casos de los barrios más deprimidos y de antiguos
votantes de la socialdemocracia. La xenofobia se extiende peligrosamente. En
Francia, el índice de confianza en Hollande cae hasta el 20% y los franceses
reprueban a toda su clase política. Un 65% de sus ciudadanos justifica el
racismo contra “ciertas conductas” y el Frente Nacional de Marine Le Pen se sitúa
a la cabeza en intención de voto de cara a las elecciones europeas.
Es la hora de luchar contra el
conformismo generalizado, la servidumbre y el miedo a los poderes que utilizan
la democracia para someternos. Es el momento de romper con la ciudadanía de la
omisión, la pasividad, la sumisión y el indiferentismo. No podemos renunciar a
la acción y a la responsabilidad directa en transformar la realidad. Como dice
Ferrajoli ("Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional". Trotta)
la indiferencia ciudadana ante los intereses generales forman el mejor caldo de
cultivo de la reducción a la pasividad política, y con ella, del populismo y la
delegación en un jefe.
La
democracia se muere, si no está ya cadáver, como decía Pepín Vidal-Beneyto. Es
la hora de la regeneración política (el PP y el PSOE no pueden renunciar a ello
y continuar con la política de los hechos y las frustraciones como la expresada
con la elección del nuevo CGPJ); de recuperar la moral pública y la ética, de
la revitalización de la democracia desde la ciudadanía. De la honestidad y la
decencia en la política y en la sociedad civil.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes. (www.antoniomorales-blog.com)